Crecimiento – Desarrollo humano
Crecer no es multiplicarse o hacerse más grande, eso es solo que haya más de lo mismo. Crecer implica que aparece algo nuevo como fruto del desarrollo de lo anterior. Crecer implica acoger lo recibido (cuerpo, historia personal, cultura…) y hacer un camino de perfección para acabar siendo lo que ya, de alguna manera, se es. Todas las dimensiones de lo humano crecen por la relación entre ellas. No se trata de hacerlas crecer y luego unirlas, sino de que crezcan por la relación.

Veamos cómo en el ser humano la emoción es la posibilidad de crecimiento personal. Para ello nos fijamos en el hecho de que el adolescente se descubre, con sorpresa, altamente emocional. El joven percibe que estas emociones han generado un panorama distinto en su vida, ante el que tiene que posicionarse. Esta urgencia a posicionarse que plantean las emociones es la posibilidad de crecimiento. Hablamos de posibilidad porque sin la participación activa del adolescente las emociones no son posibilidad para el crecimiento. Mientras que durante la niñez la persona puesta en el ambiente personal adecuado va creciendo por absorción, en el adolescente esto no es suficiente, sino que hace falta que tome una postura proactiva. No se quiere decir que en la niñez no se requiera la proactividad, pues también es necesaria, sino que en la niñez la proactividad es despertada fundamentalmente por el ambiente personal en donde vive (exógeno) y en el joven, por aspectos endógenos, porque la novedad está precisamente en su interior, en su mundo emocional.
Por un lado, las emociones despiertan nuevas posibilidades de pensamiento, pues mi situación personal es distinta, y por otro lado, el pensamiento adolescente sabe ya hacer simulaciones. Simulaciones no es pensamiento abstracto ni saber hacer deducciones o inducciones, sino saber recrear situaciones ficticias y hacer movimientos temporales sin que eso ocurra en la realidad. Por la simulación se es capaz de imaginar multitud de escenarios posibles y evaluarlos sin necesidad de que estos ocurran. El adolescente es capaz de soñar (imaginar) su futuro, lo que mejora considerablemente la toma de decisiones. Esto hace que el desarrollo cognitivo y emocional se requieran mutuamente, pues el uno sin el otro no ocurre. Emociones nuevas dibujan nuevos escenarios, que permiten pensamientos nuevos, los que, a su vez, llevan a emociones nuevas.
En el ser humano las emociones son fundamentalmente emociones sociales. En el adolescente encontramos que, por un lado, el grupo de iguales se convierte en instancia acreditada para evaluar el mundo y, por otro lado, las relaciones interpersonales son la fuente de emotividad. Aun siendo importante la relación que el adolescente entabla con los iguales, la presencia de los adultos sigue siendo necesaria, pues si el apego o vínculo emocional se mantiene, el joven seguirá apreciando la opinión de los padres. Clarificar mis emociones, que son eminentemente sociales, se realiza al mismo tiempo que clarificar las mismas relaciones sociales. Por ello, socialización y crecimiento emocional se requieren también bidireccionalmente.
Las emociones, tan nuevas en el adolescente, surgen en su propio interior. Esto le lleva a preguntarse: “yo antes no era así ¿quién soy yo que está viviendo todas estas cosas nuevas? ¿Quién soy yo de verdad?”. Se inicia un auténtico proceso de replanteamiento personal. Además, sabemos que cuando se quiere algo, se quiere mucho más que el objeto deseado.
La persona que roba quiere más que lo que roba, quiere (o al menos acepta) el ser un ladrón. Por lo que, cuando el joven define cómo quiere que sean sus relaciones sociales, está definiendo también cómo quiere ser él. Hay que ayudarles a que vean que resolver qué va a pasar el fin de semana con los amigos es algo que supera el mismo fin de semana, pues es definir qué entienden por la amistad, por ejemplo. Así pues, están definiendo cómo quieren ellos ser. Por lo que crecimiento en la identidad personal y crecimiento en las emociones también se requieren bidireccionalmente.
Asimismo, podríamos encontrar relaciones entre el crecimiento emocional y el crecimiento moral. Es conocida la facilidad con que el joven transita de un juicio emocional a un juicio moral. Me gusta = es bueno. Me disgusta = es malo. La pretensión de UpToYou no es solo evitar la precipitación para transitar de un juicio emocional a un juicio moral, sino incluso de evitar el mismo juicio emocional. De hecho, como veremos, las emociones no son instancias de juicio, sino meras informaciones para el autoconocimiento personal, por eso serán agradables o desagradables, pero no se puede decir que sean positivas o buenas, o negativas o malas: lo positivo/bueno y negativo/malo hace referencia al crecimiento. Tras descubrir esto, es posible considerar que la maduración emocional y la maduración moral procedan conjuntamente. Veámoslo en el ejemplo de la ira. Esta surge cuando a la persona se le presenta el dilema de si atacar o huir, y decide atacar. Aquí hay una primera valoración del otro, que podemos entenderla como una evaluación de quién es amigo o enemigo. En la medida en que se va dando el desarrollo cognitivo y social de la persona, esta puede pasar de una evaluación emocional a una evaluación moral de lo que es bueno y malo. Llamamos bueno/malo a lo que me ayuda/entorpece en mi crecimiento personal para mejorar mis relaciones sociales. La base emocional (agradable-desagradable) despierta la necesidad de evaluación moral (positivo/bueno-negativo/malo) en función de su repercusión en el crecimiento. En la medida en que se realiza esta valoración, crece tanto la capacidad evaluativa-moral como también la discriminación emocional.
Recapitulando vemos que hemos llegado a la situación en que crecimiento emocional, personal-identitario, social, moral e intelectual no son más que aspectos de la misma realidad, por lo que querer aislarlos es simplemente no conocer la realidad del crecimiento personal.